Dejen que el Rocío del Espíritu Santo Empape Nuestros Corazones para Recibir al Justo

Homilía con Ocasión de la Misa Arquidiocesana de Envío de Simbang Gabi Memoria de Nuestra Señora de Loreto, martes 10 de diciembre de 2019
Catedral Santa María de la Asunción 

Ciertamente, en esta época del año se presta mucha atención a la familia, lo que popularmente se  conoce como “las fiestas”. Es un momento para la familia. Las reuniones familiares; la gente  hace sacrificios para viajar grandes distancias para estar con sus seres queridos.   

Y así también en la Iglesia se presta mucha atención en esta época del año, lógicamente, a la  Sagrada Familia. Nos estamos preparando para la Navidad y para contar la historia de la  Navidad, que es la historia de cómo surgió la Sagrada Familia. Es muy apropiado, entonces, que  el Papa Francisco insertara esta memoria de Nuestra Señora de Loreto que hoy celebramos, aquí  en este tiempo de Adviento, porque es una memoria que enfoca nuestra atención en la casa de la  Sagrada Familia, la casa que los peregrinos cristianos a Tierra Santa descubrieron allí en la Edad  Media, y que fue transportada a Loreto en Italia. La historia cuenta que fue llevada  milagrosamente por los ángeles a Loreto. Probablemente hubo algún milagro, pero  probablemente no sin la ayuda de manos humanas. 

Pero lo importante es que, cualquier milagro que haya ocurrido para que esta casa sea  transportada a una distancia tan grande, está señalando el mayor milagro de cómo existió  Sagrada Familia en primer lugar. Escuchamos esta historia a menudo a lo largo de este ciclo de  Adviento y Navidad, como la hemos escuchado hoy, en las lecturas propias de esta memoria de Nuestra Señora de Loreto. Oímos esa profecía de Isaías acerca de la Virgen dando a luz, y oímos  acerca de su plenitud en nuestra lectura del Evangelio para esta Misa, que es del Evangelio de  San Lucas: el milagro de la Sagrada Familia que no se produjo según el curso normal de los  acontecimientos humanos—el nacimiento del Hijo de Dios entrando en el mundo, nacido de una  virgen—pero que sin embargo necesitó una familia en la que crecer y su padre provee esa familia  para él; se le proveyó un padre—bueno, un padre adoptivo—para que pudiera crecer en una  familia intacta, amorosa.  

Hay otra profecía que oímos en esta época del año, y es una que inspira la tradición de Simbang  Gabi. Esta es una profecía del Libro de la Sabiduría, de la que oímos decir: “Cuando un profundo  silencio envolvía todas las cosas y la noche estaba a la mitad de su camino, tu palabra  todopoderosa, Señor, como implacable guerrero, se lanzó desde tu trono real del cielo hacia la  región condenada al exterminio”. La Palabra de Dios desciende del cielo en medio de la noche.  De esto se habla en el popular villancico navideño, Una rosa ha brotado: “Ha nacido una flor en  medio de la noche, de un invierno helador”. De aquí también viene la tradición de la Misa de  Medianoche, la “Misa durante la noche”, el tiempo en que se profetizó que la Palabra de Dios  saltaría del cielo a nuestra tierra condenada para redimirla. 

Y también dio origen a la larga tradición católica de ofrecer Misa temprano en las mañanas  durante el Adviento, especialmente en los días previos a la Navidad. En la tradición católica se  llama “Misa de Rorate”. Cada Misa tiene una antífona de entrada—generalmente un versículo  corto de la Escritura—y una Misa recibe su nombre de la primera o las primeras palabras de esa antífona. La “Misa de Rorate” toma su nombre de la primera palabra de esta antífona, que es la antífona propia del cuarto domingo de Adviento, pero que también se encuentra en otras  ocasiones, especialmente para las Misas votivas de la Santísima Virgen María durante el  Adviento y también en la Liturgia de las Horas. 

Esta es una profecía, o más bien un pasaje, una vez más, del profeta Isaías, donde dice: “Dejen,  cielos, caer su rocío” (rorate caeli): “Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan al  justo”. Dios envía a Su Hijo, el Justo, para regar la tierra, nuestra tierra estéril por la ausencia de  santidad y virtud; Él riega la tierra para hacerla fértil para la justicia y recibir a Aquel que es  justo, Su Hijo. Él es la luz que descendió del cielo para iluminar nuestras tinieblas. Nosotros,  pues, estamos llamados a ser su luz para el mundo. Lo hacemos solamente cuando vivimos cada  vez más fielmente en la forma en que él enseña. Su venida hará la diferencia si dejamos que el  rocío de su gracia empape nuestros corazones, haciéndolos fértiles para su santidad, para su  verdad, para su justicia.  

La hermosa tradición de Simbang Gabi—nuestra tradición católica de ofrecer estas Misas  especiales en esta época del año en Adviento—es una forma muy apreciada y especial de  celebrar esta época tan santa del año. Pero más que eso, es un medio—y debemos ser siempre  conscientes de ello, debemos prestarle atención—es un medio para abrirnos a la gracia de llevar  la luz de Cristo al mundo, la luz de Cristo simbolizada por las parols que ahora bendeciremos en  esta Misa.