“Our Lord’s Synonymous Last Commandment and the Pathway to Heaven”

Homily, Holy Thursday Mass of the Lord’s Supper
April 14, 2022

Resumen en español

Hoy en día, pareciera que el mundo está plagado de crisis de todo tipo – y la Iglesia también.  Sin embargo, creo que la mayor crisis que enfrentamos como Iglesia ahora mismo sea la crisis de fe en la Eucaristía ya que ésta toca el núcleo de lo que significa ser católico.  Encuesta tras encuesta revela un decline en la fe y en el entendimiento entre católicos sobre la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.  

A través de los siglos, la Iglesia ha dedicado muchísimos recursos para exaltar la Sagrada Eucaristía: construcciones para alojarla, vasos sagrados para detenerla, ceremonias y música para honorarla.  Nuestra Catedral es un ejemplo.  Sin embargo, podría ser que hoy en día la gente no puede ver más allá de lo temporal y valora todo lo que la Iglesia ha dedicado a la Eucaristía solamente como costumbres folclóricas o expresiones artísticas.  Pero tal vez, el problema no es que la gente no valore la grandeza de la Eucaristía, sino que no valora Su pequeñez.  Como escuchamos en la primera lectura, parece un solo pequeño trocito de pan sin levadura.  Además, ¿será posible que unas gotas de vino en el cáliz hagan presente al Dios del universo?

Puede ser que la gente enfrente dificultades en entender esto ya que es difícil aceptar que el Dios infinito se haya hecho uno de nosotros en el misterio de la Encarnación y haya hasta asumido el estatus de un esclavo cuando les lavó los pies a sus apóstoles.  El lavar los pies era una tarea reservada exclusivamente a los esclavos.  Tal vez, el problema sea que la gente no cree realmente en la Encarnación, que el Dios infinito asuma la humildad de un esclavo, y por lo tanto no creen que un pan y unas gotas de vino – con toda su sencillez – se transformen en el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios.

El Papa Francisco desarrolló este tema en el Angelus del domingo 22 de agosto del año pasado.  Dijo el Papa que la Encarnación y el hecho que la Eucaristía es su Cuerpo y su Sangre podían ser algo escandalizante.  Asoció estos misterios con la “necedad” del Evangelio delante de aquellos “que buscan milagros o la sabiduría mundana”.  “¿Qué sentido puede tener, a los ojos del mundo, arrodillarse ante un pedazo de pan?  ¿Por qué debemos comer este pan con asiduidad?”  Sin embargo, este es su Cuerpo y su Sangre.  Y el Papa responde: “De hecho, Jesús afirma que el verdadero pan de salvación, el que transmite la vida eterna, es su propia carne; que para entrar en comunión con Dios, antes que observar las leyes o cumplir los preceptos religiosos, es necesario vivir una relación real y concreta con Él”.

Me parece que el Santo Padre toca el meollo de la cuestión cuando dice: “para entrar en comunión con Dios … es necesario vivir una relación real y concreta con Él”.  Es decir, la comunión es una realidad que debemos vivir concretamente en nuestras vidas diarias antes de atrevernos a recibir el sacramento de la Comunión.  Esto explica la enseñanza perpetua de la Iglesia sobre la dignidad adecuada para recibir la Comunión: estar libre de pecado mortal, y prepararse por medio del ayuno y otros medios adecuados como la confesión frecuente, oraciones durante la semana, y oraciones especialmente antes de la Santa Misa.

En la segunda lectura, cuando el Señor parte el pan y comparte el vino, declarándolos su Cuerpo y su Sangre, escuchamos Su mandato: “Hagan esto en memoria mía…”  En el evangelio, después de lavar los pies, Jesús nos dice: “Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.  Es el mismo mandato.  Lo que hacemos en la liturgia, lo vivimos concretamente en nuestras vidas.  Esto es lo que significa “vivir una relación real y concreta” con Dios.  Son sinónimos.  Y este es el último mandato del Señor, un mandato que nos dio a todos la noche antes de morir. Vivir este mandato es para todos ya que este es el camino al cielo. Por eso, en el lavado de los pies, tendremos representantes de diferentes vocaciones y estados de vida para recordarnos de la universalidad del último mandato del Señor.

Nuestra relación con Dios ha de ser algo tan real como Su presencia en el Santísimo Sacramento, tan concreto como el rebajarse para lavar los pies y como otros actos de abajamiento que demuestren el amor por otros con el amor de Cristo.