La oración expulsa el pecado

Por el Venerable Arzobispo Fulton Sheen

Nota de la redacción: Esta reflexión sobre la Eucaristía del Venerable Fulton Sheen forma parte de una serie de autores y santos católicos que publicará la revista San Francisco Católico como parte del Avivamiento Eucarístico Nacional.

Uno de los primeros efectos de rezar una hora santa diaria será deshacernos de cualquier mal que haya en nuestra vida. No siempre hay que vencer al mal combatiéndolo directamente. San Pablo sugiere incluso que ciertos tipos de mortificación no eliminan ciertos pecados.

¿Cómo nos libramos del mal? Por el poder expulsivo de un nuevo afecto. No expulsamos el mal, sino que lo desplazamos. Lo expulsamos cuando lo atacamos directamente. La desplazamos cuando introducimos otra cosa. Es como un hombre que lleva una vida malvada hasta que conoce a una buena mujer que le conduce por el camino de la virtud. Así lo dice San Pablo: “No se dejen vencer por el mal, sino venzan al mal con el bien”.

¿Cómo sabemos, por ejemplo, que el agua está contaminada? Lo sabemos por el agua limpia y clara. ¿Por qué nos escandalizamos de la mala gramática? Porque conocemos la buena gramática. ¿Por qué nos escandaliza la mala música? Porque conocemos la música armoniosa.

Nuestra vida espiritual no debe comenzar con una profunda conciencia de nuestra culpa y pecado. No. Es Cristo quien nos da la conciencia de culpa. Él es el primero. Entonces nos damos cuenta de que hemos pecado contra él.

Otra razón para rezar la hora santa es que necesitamos energía. El poder nace del silencio y de la presencia. Como dijo el salmista “Ríndanse y reconozcan que yo soy Dios”. En la oración, nos despojamos de las cargas del mundo. Venimos y pasamos una hora con el Señor y hablamos con él y escuchamos y desarrollamos nuestros sentidos del oído y de la vista y del tacto. El oído: no ser el único que habla. “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. No: “Escucha, Señor, que tu siervo habla”. Y el Señor nos habla.

Extraído de “A lo largo del año con Fulton Sheen: Lecturas inspiradoras para cada día del año”. Recopilado y editado por Henry Dieterich, Ignatius Press, 2003. Edición original, 1985, Servant Books.