Lo que creía la Iglesia primitiva: La presencia real de Jesús en la Eucaristía

Nota de la redacción: El siguiente extracto del sitio web “Catholic Answers” (Respuestas Católicas) sobre la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía es uno de los muchos artículos que publicará la revista San Francisco Católico como parte del Avivamiento Eucarístico de la Iglesia Católica de EE.UU. (eucharisticrevival.org) que comenzó el 19 de junio de 2022, en la fiesta del Corpus Christi, y continúa hasta Pentecostés de 2025.

La doctrina de la Presencia Real afirma que, en la Sagrada Eucaristía, Jesús está literal y totalmente presente —cuerpo y sangre, alma y divinidad— bajo las apariencias del pan y el vino. La Biblia lo declara sin rodeos (cf. 1 Cor. 10, 16-17; 11, 23-29; y, sobre todo, Juan 6, 32-71). Podemos aprender mucho sobre cómo los primeros escritores cristianos —los Padres de la Iglesia en particular— entendían estos pasajes de las Escrituras examinando sus escritos. Interpretaron claramente estos pasajes de las Escrituras sobre la Eucaristía de forma literal.

San Ignacio de Antioquía era un niño en el momento de la crucifixión de Jesús y había alcanzado la madurez cuando los Apóstoles predicaban el Evangelio. He aquí lo que escribió sobre la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía:

“No tengo gusto por los alimentos corruptibles ni por los placeres de esta vida. Deseo el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo… y para beber deseo su sangre, que es amor incorruptible” (Carta a los Romanos 7,3 [110 d.C.]).

“Fíjate en los que sostienen opiniones heterodoxas sobre la gracia de Jesucristo que nos ha llegado, y mira cuán contrarias son sus opiniones a la mente de Dios…Se abstienen de la Eucaristía y de la oración porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que padeció por nuestros pecados y que aquel Padre, en su bondad, resucitó. Los que niegan el don de Dios perecen en sus disputas” (Carta a los Esmirneos 6:2-7:1 [110 d.C.]).

Unos cuarenta años más tarde, Justino, mártir escribió:

“Porque no los recibimos como pan común ni como bebida común; pero puesto que Jesucristo, nuestro Salvador, se encarnó por la palabra de Dios y tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así también, como se nos ha enseñado, el alimento que se ha convertido en Eucaristía por la oración eucarística establecida por Él, y por cuyo cambio se nutre nuestra sangre y nuestra carne, es a la vez la carne y la sangre de ese Jesús encarnado” (Primera Apología 66 [151 d.C.]).

San Ireneo, que murió hacia el año 202 d.C. escribió:

“Pero qué coherencia hay en quienes sostienen que el pan sobre el que se ha dado gracias es el Cuerpo de su Señor, y el cáliz su Sangre… Pues así como el pan de la tierra, al recibir la invocación de Dios, ya no es pan común, sino la Eucaristía, compuesta de dos elementos, terrenal y celestial, así también nuestros cuerpos, al recibir la Eucaristía, ya no son corruptibles, sino que tienen la esperanza de la resurrección en la eternidad” (Contra las herejías: 4, 18, 4)

Tertuliano

“No hay alma que pueda procurarse en absoluto la salvación, a no ser que crea mientras está en la carne, tan cierto es que la carne es la condición misma sobre la que pivota la salvación. Y puesto que el alma es, como consecuencia de su salvación, elegida para el servicio de Dios, es la carne la que la hace realmente capaz de tal servicio. La carne, en efecto, se lava [en el Bautismo], para que el alma se purifique… la carne es cubierta con la imposición de manos [en la Confirmación], para que también el alma sea iluminada por el Espíritu; la carne se alimenta [en la Eucaristía] del cuerpo y de la sangre de Cristo, para que también el alma se sacie de Dios” (La resurrección de la carne, 8 [210 d.C.]).

Orígenes

“Antiguamente, de forma oscura, había maná como alimento; ahora, sin embargo, a la vista está el verdadero alimento, la carne del Verbo de Dios, como Él mismo dice: ‘mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida’ [Jn 6,55]” (Homilías sobre Números 7,2 [248 d.C.]).

San Cipriano de Cartago

“Él [Pablo] amenaza, además, a los obstinados y atrevidos, y los denuncia diciendo: ‘Cualquiera que coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, es culpable del cuerpo y de la sangre del Señor’ [1 Cor. 11, 27]. Despreciadas y menospreciadas todas estas advertencias, [los cristianos caídos comulgan a menudo] antes de que su pecado haya sido expiado, antes de que hayan confesado su crimen, antes de que su conciencia haya sido purgada por el sacrificio y por la mano del sacerdote, antes de que la ofensa de un Señor airado y amenazador haya sido aplacada, [y así] se hace violencia a su cuerpo y a su sangre; y pecan ahora contra su Señor más con la mano y con la boca que cuando negaron a su Señor” (Los lapsos, [251 d.C.]).

San Agustín

“Cristo fue llevado en sus propias manos cuando, refiriéndose a su propio cuerpo, dijo: ‘Esto es mi cuerpo’ [Mat. 26, 26]. Pues llevaba ese cuerpo en sus manos” (Explicaciones de los Salmos 33:1:10 [405 d.C]).